Soy un contumaz lector de autobiografías y después de largos años de ejercicio puedo afirmar que la práctica totalidad del género ha sido escrito o bien por neuróticos que están siempre a la defensiva o bien por egocéntricos enfermizos para los que el mundo es un mero satélite de su personalidad.
Aunque también es cierto que alguno hay con un espíritu tan puntilloso e historiográfico que pretende poner en orden el más leve aleteo de una mosca antes de quedar su suerte para siempre en mano ajena.
Y en los tres casos ¡oh fatalidad! has, como lector, de saber tratar con un sinfín de automentiras y autoindulgencias.
Es por ello que no existe autobiografía alguna que no esté debidamente autorizada por su propio autobiógrafo.
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