A menudo el
remedio del dolor y el sufrimiento es la belleza. Los grandes artistas del
pasado siempre lo han intuido y por ello se esmeraron en alcanzarla, aunque
supieran en su fuero interno que sólo la rozarían. Para ellos la belleza, desde
luego, importaba y era un valor tan esencial como la verdad o el conocimiento.
¿Y para
nosotros? Herederos del siglo XX, nosotros hemos crecido desconfiando de la
belleza, considerándola como algo obsoleto, en el mejor de los casos, como una
pieza de museo, preciosa pero muerta. Y la hemos sustituido, primero, por la
originalidad y, luego, por el desafío y el atrevimiento. Así, fue cuestión de
tiempo que la fealdad empezara a reclamar sus derechos.
¿Qué significa hoy preguntarse por el sentido de la belleza? Para la mayor parte de la humanidad es simplemente una pregunta extraña que desconcierta. Pero, ¿y para los artistas? Desgraciadamente, para el sector dominante es una cuestión impertinente, por anacrónica y por molesta. En unas sociedades democráticas donde el criterio de excelencia se ha sustituido por el valor de impacto o de uso o por la rentabilidad social, la belleza es una piedra en el zapato, aquello que nos obliga a enfrentarnos con una realidad más allá de nuestra realidad consuetudinaria, a aceptar la existencia de una dimensión más allá de nuestra materia.
¿Qué significa hoy preguntarse por el sentido de la belleza? Para la mayor parte de la humanidad es simplemente una pregunta extraña que desconcierta. Pero, ¿y para los artistas? Desgraciadamente, para el sector dominante es una cuestión impertinente, por anacrónica y por molesta. En unas sociedades democráticas donde el criterio de excelencia se ha sustituido por el valor de impacto o de uso o por la rentabilidad social, la belleza es una piedra en el zapato, aquello que nos obliga a enfrentarnos con una realidad más allá de nuestra realidad consuetudinaria, a aceptar la existencia de una dimensión más allá de nuestra materia.
A través de la
percepción de la belleza el hombre ha podido moldear el mundo hasta hacerlo su
patria, es decir, el lugar donde poder realizarse como hombre, como ser humano.
El disfrute de la belleza consigue conectarnos de un modo más profundo con la
parte menos explícita y más olvidada de nosotros mismos, y hace que seamos
capaces de tomar conciencia de otro sentido, distinto y más enriquecedor, de la
vida humana. Perder, por consiguiente, el sentido de la belleza es tanto como
debilitar peligrosamente el sentido de nuestra vida.
La belleza
importa porque si la belleza no importara el mundo sería aun más horrible de lo
que ya es. Un mundo en el que la belleza no tuviera cabida sería, a la fuerza,
un mundo más áspero e incómodo, e imposible de habitar para el artista.
La belleza no
es una percepción subjetiva, al menos no lo es en nuestra cultura. Es más bien
una necesidad elemental del hombre sensible y, estoy seguro, que también del
ser humano como especie. Si ignoramos esa necesidad y la despachamos como un
residuo del pasado estaremos contribuyendo a extender el desierto, estaremos
desertizando nuestro espíritu.
Si algo es la
belleza hoy es esperanza. Es la vía de salida por donde escapar del desierto,
la ruta que nos lleva, de nuevo, a nuestra patria, al jardín de las delicias.
http://www.youtube.com/watch?v=5zHg7vxrAlo
Se puede encontrar en Vimeo y subtitulado
ResponderEliminarhttps://vimeo.com/84368650
Gracias por las entradas de tu blog. Son muy inspiradoras. Un saludo