Esto que se ha dado en llamar arte contemporáneo consiste básicamente en el encubrimiento cultural de una acción institucional y política que se dedica a impartir adoctrinamiento y pedagogía de baja estofa. No me extraña que el temor a los historiadores del arte metidos a críticos haya sido sustituido últimamente por el horror a los profesores de Estética reconvertidos también en críticos (ambos con patológicas ínfulas de administradores de la legalidad artística).
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