El derrumbe de las Torres Gemelas no sólo fue un minucioso ataque terrorista financiado por el Satán del Islam. Debemos leerlo también como la más acabada y espectacular metáfora artística de la era del postarte. Metáfora que, dicho sea de paso, el cine, la televisión y algunos de sus más pretenciosos derivados, como el happening o la performance, ya venían anunciando décadas atrás.
Nuestro sistema nervioso, tan habituado a digerir espectáculos de violencia soberbiamente simulada, ya no es capaz de discernir la violencia real de la virtual. Sobre todo si te la sirven por pantalla.Algunos artistas especialmente proclives a la provocación y el espanto porque sí se han sumado alegremente al aquelarre. Entre todos están dispuestos a conseguir que veamos con el ojo pasivo del consumidor de imágenes la violencia real y la devastación humana bebiéndonos una coca-cola y masticando pizza. O si no, pregúntense cómo han visto estos días las terribles imágenes del desastre japonés.
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